Ignacio Avalos Gutirrez a192t
Las medidas recomendadas por los organismos internacionales, bajo las cuales se ha delineado la nueva poltica econmica de Venezuela prestaron escasa atencin a la velocidad de respuesta del aparato productivo a las nuevas medidas, tomando en cuenta la disponibilidad de recursos humanos o la capacidad institucional de las sociedades. Equivalieron a una receta universal que mete en el mismo saco a todos los pases, sin tomar en cuenta ni tamao ni historia, cuando es evidente que sus posibilidades de hacerse competitivos son muy variables y, para la mayora de los casos en Amrica Latina, reclaman de tiempo bastante largos para casi todos los sectores productivos. Y sobre todo, reclaman acciones gubernamentales de distinta naturaleza y envergadura, no slo el libre accionar de las leyes del mercado, para hacerlo posible.
Por otra parte, nada indica que la apertura, por s sola, traiga consigo la fortaleza tecnolgica de la industria, as como la proteccin en su momento y a su modo tampoco dio tal resultado. La experiencia de otros pases y de diversas ramas industriales obliga, en este sentido, a actuar con mucha cautela. Varios estudios muestran, en efecto, que no puede darse siempre por descontada una relacin automticamente positiva entre apertura comercial, crecimiento econmico y desarrollo tecnolgico, como, al revs, tampoco puede sealarse como inevitable una relacin siempre negativa entre proteccionismo, atraso econmico y atraso tecnolgico. La realidad de las cosas se coloca siempre ms ac de estas posiciones dicotmicas y su comprensin slo es posible a travs de investigaciones que indaguen hasta el detalle en las diferentes ramas productivas y distintos tipos de empresa.
Cabe advertir, por ltimo, algo que es de por si casi obvio: la insercin de la economa venezolana no depende slo de las estrategias y polticas que el pas se trace, sino tambin, y de manera decisiva, de las que, por su parte, coincidan y pongan en prctica otros pases, fundamentalmente los ms desarrollados. Frente a esto, los esfuerzos de integracin, entre los pases latinoamericanos, en primer trmino, se convierte en una condicin ineludible.
Desde hace mucho, los tericos han sealado que las fuerzas del mercado no conducen a una ptima asignacin de los recursos que se precisan para el desarrollo de innovaciones. En este caso la tasa privada de retorno de la inversin asignada es generalmente mucho ms baja que la tasa social de retorno. El mercado tiene, pues, fallas que se manifiestan por la discrepancia del inters pblico y el inters privado en lo que concierne al monto y la orientacin de los fondos que deben dedicarse a la generacin de innovaciones.
No puede ignorarse, entonces, la necesidad de la intervencin estatal en el estmulo y orientacin del desarrollo cientfico y tecnolgico, aunque puedan discutirse, desde luego, las modalidades dentro de las que ella deba ocurrir. As lo prueba incluso el ms desprevenido anlisis de la experiencia de pases considerados como exitosos desde el punto de vista de sus logros industriales y tecnolgicos. Japn es una demostracin palmaria al respecto. La mano invisible del Estado, segn la expresin del Profesor Cristopher Freeman, en la coordinacin del esfuerzo nipn en materia de educacin y tecnologa constituye el mayor xito de intervencin estatal en nuestro siglo y puede resultar an de mayor importancia la imitacin coreana de este modelo. Igualmente, en los Estados Unidos, despus de la reagonomics, se ha reivindicado el rol del gobierno en la economa y ha cobrado fuerza la conviccin de contar con una poltica tecnolgica, sobre la base, segn seal en la primera parte del artculo, de que la competitividad de la industria americana es hoy en da un problema de seguridad nacional.
El hecho de que Venezuela tenga un capitalismo poco actualizado, dentro del cual el mercado funciona con muchos tropiezos, y, como parte de ello, escasa cultura tecnolgica, redoblan la necesidad de la participacin estatal.
El Estado debe, as pues, intervenir con fuerza. Antes esto estuvo presente en casi todas partes, pero su gestin result poco atinada en la mayora de ellas. En el fondo fue un Estado dbil, incapaz, ltimamente, de darle un sentido de direccin a la sociedad venezolana. Igual cosa puede decirse desde su participacin en la orientacin y estmulo del desarrollo cientfico y tecnolgico. No obstante que el grueso de los recursos corri por su cuenta, es difcil decir que haya habido polticas efectivas.
En medio del nuevo cuadro de circunstancias dentro de las que le toca moverse al pas urge reubicar al Estado. La COPRE (Comisin Presidencial para la Reforma del Estado) lo ha dicho, con buenos argumentos, hasta el cansancio. Un Estado menos abarcante y ms fuerte, con otras maneras de relacionarse con la sociedad civil, con capacidad para propiciar consensos y construir vasta y efectivas alianzas sociales, disponiendo de nuevos instrumentos de accin y esquemas para lograr definiciones colectivas que no se logran ni por la va del mercado, ni por el expediente de la decisin exclusivamente burocrtica. Esta parece ser la tarea.
El actual Gobierno ha tenido, como ya seal, una fe exacerbada en el funcionamiento de los mecanismos del mercado. El Ministerio de Fomento, al cual le corresponde la concepcin de las respectivas polticas y de los correspondientes instrumentos, se le ha pasado el tiempo y no creo ser injusto si digo que no ha llegado, siquiera, a la idea de las cosas que hay que hacer. A ltima hora ha apoyado la creacin del Centro Nacional para la Competitividad (CENAC) -un organismo que haca falta, an cuando su apoyo al desarrollo tecnolgico no termina por quedar del todo claro-, pero son pocas las cosas que puede mostrar, salvo el cambio parcial de las reglas de juego de la economa. La reforma de sus estructuras y de sus modos de ingerencia en la actividad econmica -el sueo inicial de convertirlo en el MITI venezolano- quien sabe por donde ande.
Por su parte, el Conicit (Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas), considerado, an hoy como la institucin-eje para la promocin del desarrollo cientfico y tecnolgico nacional, est conceptualmente diseado de funcin del sistema de ciencia y tecnologa y, en esa medida, tiene una visin slo parcial de lo que debe ser la poltica tecnolgica y de la competitividad del sector industrial. En otras palabras, su participacin se da segn viejas pautas y slo se orienta a una parte del sistema nacional de innovacin. Dado que es un tema que ya trat en un artculo publicado en esta misma revista, me ahorro las explicaciones del caso. Tan slo me limitar a recordar la necesidad de que se introduzcan cambios de enfoque y conceptuales, a travs de los cuales se pueda sustentar una poltica tecnolgica distinta.
Buena parte de esos cambios se expresan en la configuracin de lo que, desde hace poco, se viene denominando un Sistema Nacional de Innovacin. Este, en final de cuentas, viene siendo un esquema plural de organizacin, dotado de dispositivos funcionales muy variados, tanto formales como informales, que sirven para juntar organizaciones pblicas y privadas, nacionales y extranjeras con el propsito de que, a travs de su interaccin, se den de la manera ms fluida posible las vinculaciones entre ciencia, tecnologa, produccin y mercado y, en ltima instancia, se generen, importen, modifiquen y difundan las nuevas tecnologas.
El trmino alude a una red institucional a travs de la cual se vinculan los distintos tipos de capacidades que sustentan los procesos de innovacin, y se patrocinan arreglos y compromisos entre las empresas (cooperativas de investigacin, por ejemplo), entre empresas y laboratorios (explotacin conjunta de patentes, financiamiento compartido de proyectos de investigacin, etc.), entre empresas nacionales y laboratorios extranjeros (contratos de investigacin, suministro de informacin, etc.) entre empresas, laboratorios e instituciones de crdito (capitales de riesgo para desarrollar y comercializar innovaciones o para adoptar y asimilar nuevos sistemas tecnolgicos), entre empresas de bienes de consumo y firmas de ingeniera (para identificar y evaluar tecnologas, para desagregar paquetes tecnolgicos, etc.) entre fabricantes de maquinarias y equipos y empresas usuarias de los mismos (para establecer programas de desarrollo de proveedores) y tantas otras modalidades de alianza entre los agentes de innovacin.
Segn lo indica la experiencia de otros pases, el funcionamiento a travs de redes institucionales puede representar una tercera forma, alternativa al mercado y a la integracin vertical, al igual que a los esquemas estatistas, como va para encarar las actividades econmicas. A travs de estos acuerdos de cooperacin se dispone de una manera ms efectiva para llevar a cabo las transacciones propias de una economa para la que rigen las leyes de oferta y demanda. Esta tercera forma se da la mano, adems, con las posibilidades que brinda el avance de las tecnologas de la informacin y con las caractersticas del modelo de produccin post-fordista.
Los cambios que se estn produciendo, su velocidad y la profundidad de sus efectos, exigen que el pas se ponga en movimiento para encararlos. Y para ello no basta con decretar leyes econmicas, segn lo prescrito por los libros de texto. Con esto y lo importante que puedan ser, las reglas de juego del mercado, ellas no alcanzan para lo que hay que hacer, en medio de las condiciones en que hay que hacerlo. En la constitucin del tejido institucional arriba descrito, al Estado le toca un papel imprescindible. Y hay urgencia en que lo asuma.